Por Norberto González Cervantes
El asilo de ancianos de un pueblo cercano, es un lugar a las afueras de la ciudad con una extensión muy grande de terreno, con árboles frondosos y jardines llenos de aroma a flores.
Viven ahí algunos ancianos que podrían vivir con algún pariente, porque tienen con él su propia habitación y lugar en la familia, pero prefieren vivir en el asilo junto a sus amigos de la infancia, podría decirse que casi todos los ancianos del pueblo viven en el asilo.
Las actividades en el lugar son muy diversas y originales, hay un pequeño auditorio en donde se reúnen todos para deleitarse escuchando declamar poesía, se escuchan cosas como:” Poesía, tristeza honda y ambición del alma, ¿cuándo te darás a todos?… a todos,
al príncipe y al paria, a todos…sin ritmo y sin palabras” del español León Felipe, mientras el que declama va aclarando su voz, escuchándose gradualmente mas potente y se ve como si creciera diez centímetros, conmoviéndose ante el aplauso, casi al borde de las lagrimas.
A la mayoría de ancianas les gusta escuchar los poemas de amor del uruguayo Mario Benedetti o del español Federico García Lorca por ejemplo, pero se hace un silencio absoluto cuando salen a relucir los poemas que en sus días de adolescentes enamorados, algunos ancianos compusieron y es hasta ahora que se conocen cosas como: “Mujer, de niña ¡oh dulce ser!, tu inocencia es callada… la vida demuestras querer, y con tu sonrisa infantil, la existencia haces bien hallada ¡la existencia haces también sonreír!”.
Los fines de semana cuando los jóvenes y niños, junto con sus papás, visitan a los ancianos del asilo (algunos son sus abuelos), llevan consigo a sus mascotas y permiten que algunos de ellos paseen a los perros por todo el lugar (la realidad es que el perro pasea al anciano) y se ven otros jugando con gatos, pericos y tortugas por todos lados.
Algunos jóvenes les leen libros porque ya no ven muy bien, pero se hace divertido porque a veces se detienen y preguntan cosas como: ¿que rollo con eso de que hacerle el amor a una mujer era regalarle una flor, llevarle serenata y poner la capa sobre el lodo para que ella no ensuciara sus zapatos?
Una cosa interesante de los perros: aunque su tendencia natural es correr alegres y juguetones ante tanto espacio abierto, parecen comprender que los ancianos deben caminar más lento, y pacientemente se dejan conducir, reflejando en sus ojos al mismo tiempo, un brillo de ternura por ellos.